Decíamos en la anterior visita a
la exposición que la talla de San Joaquín es la pieza más antigua de las que se
muestran.
Dejamos su análisis artístico para aquellos que algún día se quieran enfrentar a su estudio para pasar a desglosar un devenir histórico, cargado de anécdotas, en su relación con los cofrades de la Hermandad.
Tenemos que suponer que en la descripción que el Padre Lamana realiza en 1713, el Santo que se menciona y ocupaba el centro del retablo de la capilla de la Hermandad era esta. Del mismo modo, vemos como es la figura que inspira a los diferentes grabados de los que la Hermandad se sirve para ilustrar documentos y fomentar la devoción con estampitas.
La Guerra de la Independencia y la ocupación francesa de Zaragoza provoca una crisis en la actividad de la Cofradía. Cuando el 6 de junio de 1814 se celebra el primer capítulo tras la guerra se da cuenta del estado en el que se encontraba la capilla después de haber sido utilizada por las tropas francesas para depósito de pertrechos de guerra, acordando el capítulo que se cobraran las seis anualidades que se habían dejado de percibir para habilitar de nuevo la capilla, como así se hizo. Pero la Cofradía fue perdiendo vitalidad y desde 1819 los ingresos comienzan a disminuir.
En 1834 se hizo notar las dificultades que se presentaban para designar anualmente un mayordomo (último año con reflejo en acta). Una esquela fechada el 17 de febrero de 1837 decía: “Los Mayordomos de la Cofradía de San Joaquín avisan a V. a Junta General de la Cofradía para tratar de colocar el santo y el altar en la Parroquia de San Pablo, a quien han pedido y han conseguido el permiso necesario, pues de no colocarse se perderá un valioso altar que costó muchos miles a nuestros antepasados. Y suplican su asistencia a junta el domingo 18 de los corrientes a las 10 de la mañana en las Escuelas Pias. Sin excusa.”
Otra esquela fechada el 4 de octubre de 1851 y firmada por los Mayordomos convocaba a nueva junta para “tratar de colocar las imágenes del Santo, el San José y Santa Ana y retablo de su capilla adonde más convenga, a fin de tratar de organizar la cofradía y que cesen los muchos años que quedan suspendida”. Junto a esa esquela aparece la lista de miembros de la Hermandad a fecha de 1851: 40 hermanos y 4 cofrades espirituales; y entre los primeros aparece el nombre de don Manuel Dronda Azcárraga, del que estaremos obligados a dedicar una de las visitas virtuales a esta exposiciónDesde 1851 se deja de tener constancia escrita de actividad alguna por parte de los cofrades. Y esto queda reflejado en el libro de actas, en la página siguiente a la de 1834 cuando se refiere que todo lo que se sabe de la cofradía desde esa fecha es por las referencias verbales de don Manuel Dronda Azcárraga, “único cofrade superviviente, y a cuya iniciativa se debió en 1897 el restablecimiento de la Cofradía, con el título de Hermandad de Comerciantes, bajo el Patronato de San Joaquín”.
El 23 de noviembre de 1897 se
crea una comisión “para localizar el altar, las imágenes y otros efectos
pertenecientes a la Antigua Hermandad, comisión que debe encargarse también de
recabar para la Hermandad la devolución de lo que se encuentre sin apelar a
medios violentos ni costosos”. Sabiendo que las Capuchinas se instalan en
la iglesia de Predicadores en 1859, resultó fácil encontrar las imágenes en el
convento de Manuela Sancho. En espera de disponer de altar en San Cayetano,
iglesia que el Arzobispado designó como nueva sede canónica, se firmó un acta
para dejar las imágenes en depósito en el Convento.
El 27 de octubre de 1899 se recoge en acta que, una vez acondicionada una capilla en San Cayetano (la actual de San José junto a la sacristía), se visite al Arzobispo y recaben de su autoridad permiso para trasladar la imagen de San Joaquín que se encontraba en el altar mayor de las MM. Capuchinas. Se envió un informe al Arzobispo en el que le “suplican se digne conceder su superior permiso para que las Religiosas entreguen y los cofrades trasladen al menos la efigie de su titular San Joaquín, quedándose el retablo y las dos imágenes restantes mientras que la cofradía no haga uso de ellas mayor necesidad”
En la última junta del siglo XIX celebrada el 5 de diciembre de 1899 figura que el Arzobispado ha tenido a bien devolver a San Joaquín a sus legítimos propietarios. La imagen se encuentra deteriorada y se encarga su restauración.
Volverá a tener protagonismo esta imagen cuando el 6 de abril de 1905, el director eclesiástico don Joaquín González Marco proponga “renovar en cuanto fuera posible la imagen de San Joaquín sustituyéndola por otra escultura mejor y más notable que diera honor a la Asociación y más gloria y encendido fervor hacia su titular, mayor brillantez a su culto y a sus fiestas y con todo ello el ingreso de nuevos hermanos y fomento y prosperidad de esta Hermandad.”
Se le encargará al escultor Francisco de Borja una nueva imagen, de la que ya hablaremos, y la del siglo XVI pasará a ser custodiada en el domicilio particular del presidente, don Antonio Gómez Arroyo. Que listo.
Será en 1972 cuando don Luis Gómez Laguna devuelva al lugar de donde nunca debió salir nuestra escultura protagonista del día de hoy, dotándole de un nuevo altar y espacio en San Cayetano, tal y como hoy lo conocemos. Como recogen las crónicas del suceso, Gómez Laguna se mostraba satisfecho de esto a la par que triste porque se iba de casa el compañero de juegos de su infancia.
Qué interesante!! Deseando leer la próxima carta
ResponderEliminarMuchas gracias por tu trabajo y por compartirlo, muy interesante¡¡¡
ResponderEliminar