Entre las propuestas de salud pública para este año se recomienda no cantar villancicos. En Gran Bretaña que son muy suyos, no. La tradición de cantarlos en las calles y los portales no solo no la prohíben sino que la potencian. Bueno, así les va.
Canciones breves, de estribillo fácil, sin duda las composiciones populares más extendidas por todo el mundo y que cada lugar adapta a sus raíces.
Uno se impregnó de ellos con los discos rojos de Movie Play que había por casa, y que eran los único que te interesaba poner (y que te dejaban hacerlo en sus fechas) en el tocadiscos de la discografía de tu padre. Junto a ellos se guardaban los de Manolo Escobar y por supuesto Raphael.
Más tarde llegarían las versiones originales de los clásicos germanos y británicos. Y por supuesto los americanos. Y los modernos. Aún nos da por pensar que "Last Christmas" es moderno y tiene 35 años. O el de Mariah Carey, que tiene más de 25 y ya son todo unos clásicos. Cuando uno nació "White Christmas", el villancico más versionado, solo tenía 25 años, y la versión de Bing Crosby, el sencillo más vendido de todos los tiempos ni siquiera 20.
No somos la familia Trapp, pero nos defendemos en algunos palos. Incluso podríamos bordar el tamborilero.
Se acerca la Navidad y la pensamos celebrar.
Se acerca la Navidad
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