Mi abuela decía que el mejor invento de la humanidad era la lavadora. Que la lavadora había cambiado a mejor la vida de la gente corriente. O por lo menos se lo había puesto más fácil. Solo hay que ver las prestaciones que te ofrecen los programas de las actuales lavadoras, a cuando se tenía que hacer la colada en un río o en un lavadero público, esos que en pueblos que todavía lo conservan se restauran como espacio de interés. También conocimos este verano las piedras coladeras ahora reconvertidas en mesa o de adorno de jardines.
En la estupenda "Dolor y Gloria", que nos ha reconciliado con la filmografía de Almodovar, se recrea un ambiente de lavanderas, algo que no ocurría en Downton Abbey. Muy "fans" de esta serie, con ella aprendimos a distinguir un mayordomo de un ayuda de cámara, y no te digo ya de un lacayo primero o un lacayo segundo. El chófer, la cocinera, la ayudante de la cocinera, la ayudante de la ayudante de la cocinera, las criadas o las doncellas. Y sin embargo, con lo pulcros que iban todos siempre, no salía ninguna lavandera.
La lavandera de nuestro belén es originaria de otro más antiguo, y vino a recordarnos tiempos en donde la vida no era tan cómoda. Mi abuela no llegó a conocer los móviles, y mucho menos internet, que nos ha hecho la vida más fácil y a la vez más complicada, pero seguro que su lavadora seguiría en la cúspide de mejor invento.
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