Una campaña del Ayuntamiento cordobés nos recuerda que el alma de la ciudad está en sus callejas. En seguida uno se da cuenta al recorrerlas, al patearlas. Compartiéndolas con otros turistas como nosotros, o intentando acudir en horas de soledad. Unas se nos muestran tal cual fueron trazadas, otras engalanadas con macetas y geranios, persianas de esparto, cerámicas conmemorativas, o rescatando capiteles y columnas que aparecen por doquier.
La calleja de las Flores es todo un ejemplo y un icono de la ciudad. Toda una postal para turistas como nosotros que atrapa el campanario de la catedral entre las blancas paredes de la estrecha calle. O la del Pañuelo, calle de tiempos de los moriscos que debe su nombre a no ser más ancha que un pañuelo de mujer extendido. Por ella llegamos a una diminuta plazuela que aún así nos muestra una fuente y un naranjo.
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