Fundada en 1925, la Ferretera Aragonesa cerró hace poco más de un año. Su persiana, oxidada y vencida, resiste el paso de los días y el viejo cartel ha comenzado a perder letras, como si la memoria de aquel lugar se esfumara. Pronto no quedará ni rastro de las palabras, solo un eco olvidado de lo que fue, y el recuerdo de aquella ferretería, en la que se vendía todo aquello que uno puede imaginar, se desvanecerá junto con las letras, dejando el cartel vacío, como si el tiempo borrase hasta el recuerdo de lo que allí se vendía.
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