Los cafés saben distintos en esta mesa con vistas a la plaza. Decir "plaza" en Zaragoza evoca al Pilar.
No es nuestra mesa favorita, no es nuestro café favorito, pero
ahí, junto a la ventana, la vista de la plaza es un cuadro en constante
movimiento y el café siempre sabe mejor. Cada detalle de la plaza, de la
fachada de la basílica, del retablo de Pablo Serrano… cada risa y cada
murmullo, se mezcla con el sabor del café, creando una sensación irrepetible en
la ciudad. Todo se mezcla en una sinfonía cotidiana que hace que el café, en esta
mesa, tenga un sabor único.
Desde aquí, la plaza se despliega como un lienzo vivo. Los niños corrían tras las palomas, mientras sus padres conversan entre el bullicio de los veladores de las terrazas, bullicio que intuimos, pero del que nos aísla la cristalera de lo que antes fue el escaparate de una sedería.
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