Cada vez quedan menos. Todos los barrios tenían su tienda de periódicos, su quiosco. Aunque no compraras prensa, siempre te quedaba leer titulares o mirar las portadas de las revistas colocadas a diario en sus escaparates repletos de historias impresas.
Las noticias ya no se reciben con el olor a tinta fresca ni con el crujir de papel, sino a través de pantallas luminosas y clics rápidos. Ya quedan pocos; testigos de una época que se desvanece lentamente.
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