El aroma tentador de los churros
recién fritos se filtra por las estrechas calles de la ciudad. Las risas y el
bullicio aún no se desvanecen, en las ambiguas horas que mezclan al borracho y
al madrugador, y los churros y el chocolate se convierten en el vínculo que sella
la comunión de unos y de otros. Ingrediente secreto que crea un recuerdo
inolvidable de cualquier madrugada festiva.
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