Hablar del tiempo siempre es recurrente cuando no tienes nada que decir. No es el caso de un Domingo de Ramos, siempre colmado de momentos cofrades, repleto de emociones y sentimientos. Como decíamos ayer, viniendo de un invierno que no ha sido largo y de un adelanto primaveral que hacía temer la llegada de un estío como el del año pasado, nos encontramos con un día más propio de San Valero, frio y ventolero. Ha hecho tanto viento que la Crucifixión decidió, por seguridad, no hacer partícipe de la procesión a la Virgen de los Ángeles. Y esto, que no nos gusta para ningún día de procesión, menos nos casa para un Domingo de Ramos que siempre imaginamos luciendo y estrenando nuestras mejores galas primaverales, entre palmas, ramas de olivo, chavalería y chuches matinales; y velas, cera y flores por la noche. Que vamos de estreno, hoy si que si es Semana Santa.
Tan de estreno que hasta la siempre continuista procesión de la Entrada de Jesús en Jerusalén ha cambiado su recorrido variando el acostumbrado en los últimos lustros. Sin perder el tradicional paso por el viejo colegio de los Maristas, une su procesión a todas aquellas que lo hacen por la calle Dormer y Cisne para pasar por la plaza de la Seo. Las que no pasan es, o porque les pilla a desmano, o porque hay que retorcer demasiado el recorrido. Para las demás, paso obligado. Pero darnos todos los "Dormer" que haga falta y déjate de "paseos Independecia" y similares. En el programa de la Piedad de 1962, en un artículo titulado ¿Ganamos o perdemos? ya entonces se pintaba el poder de atracción del "sabor antiguo de calle de ciudad" donde nos sentimos tan íntimamente unidos. Esto nos da Dormer, esto es lo que buscamos en la calle Dormer. Sabor antiguo a la sombra de la Catedral.
Y aún nos ha dado más la procesión de la Entrada, regalando palmas para recibir la procesión a todo aquel madrugador que les esperaba en las vallas de la plaza de San Cayetano, y un homenaje a los cincuenta años de bombos en la cofradía con una representación de todas las que tocan este instrumento. Y así cofrades de todos los colores, dejaron un momento la palma que portaban para colgarse el bombo en el palacio arzobispal y unirse al son de dos de sus más característicos toques en la plaza de la Seo tras el sermón del Arzobispo de Zaragoza. Vibrante y afectivo momento de hermanamiento.
No ha sido la única novedad de este domingo en un año de estrenos impactantes. Por la tarde nos esperaba la nueva túnica para Jesús de la Humildad, diseñada por Víctor Carazo, nombre propio en este 2023, y a la que llaman la de los olivos por los bordados que simulan hojas de este árbol. Y también la incorporación de seis jarrillas en el frontal del paso de palio.
El viento movía las mantillas y los terceroles e hinchaba las telas de los estandartes y las faldas de los pasos. Al menos al sol y resguardado se estaba bien. Como nos han contado que se estaba por Torrero acompañando a la procesión de la Crucifixión entre las parroquias franciscanas, o en el barrio Oliver con la procesión de Ramos de la Llegada al Calvario. Todo apuntaba a que la noche no iba a ser amable. Pero tampoco es nada nuevo; anda que no hemos vivido días, tardes y noches como hoy, teniendo que tumbar los guiones al paso del puente del Pilar como le ha tocado al Ecce Homo una vez más; o a la Humillación a su paso por la plaza del Pilar. O perseverar con ahínco para mantener encendida la llama de las velas de la Humildad y mantener la candelería dando algo de luz a sus imágenes.
Para dar calor y proteger, arropar y acompañar ya estaba el público, el espectador que te va a buscar o que te encuentra. A las ocho de la tarde había siete procesiones en la calle. Daba igual que uno estuviera en Manifestación, con la Humilllación, en Alfonso con el Ecce Homo, esperando en San Miguel ver salir a los Nazarenos o en San Pablo al Silencio y las Esclavas. Cultivar la paciencia entre San Nicolás y la Seo con la Humildad, bajar por Sagasta con el Prendimiento, o rezando las últimas estaciones del viacrucis con la Coronación en el barrio de San Gregorio. Un denominador común, el gentío; filas y filas de espectadores, feligreses o simplemente paseantes abriendo camino al paso de todas las procesiones. Aforo, si lo hubiera, al completo.
Hay un momento culmen que lo dice todo. La Humildad cierra las puertas de la Seo cerca de las 9 de la noche, con la plaza a reventar y el Ecce Homo pasa por la Lonja camino del puente Piedra y Altabás, dejando vía libre a la Humillación que espera en la plaza del Pilar. Momentos que antes solo vivíamos en Jueves Santo y que ya son habituales en los últimos años.
Un día con todos los componentes de esta singular Semana Santa zaragozana. Tambores y bombos, matracas y carracas. Heraldicas del Silencio, bandas de cornetas y agrupaciones musicales. Mantillas, velos y diademas, capuchas, bonetes, capirotes y terceroles. Costaleros y peanas; al hombro y al costal. Grandes comitivas e íntimas procesiones de barrio. Palmas y ramos, "dolores", viacrucis y estaciones de penitencia. Saetas y jotas... Tan solo un componente que no esperábamos. Mira que hay días para ganar un título deportivo; más de 6.000 días del último conquistado en la ciudad; y el baloncesto femenino ha tenido que ganar hoy la Copa de la Reina. Nos alegramos, pero la imagen curiosa del año, puede ser la del rezo de un dolor en la puerta de Santa Engracia con el Prendimiento y el paso de la rúa de las campeones por Independencia simultáneamente (un vídeo lo atestigua). Mientras el Nazareno esperaba salir por Sanclemente. Ambas cofradías tuvieron que esperar posteriormente a que la "marea roja" (y no precisamente la Columna), desalojara la plaza de España para avanzar hacia sus respectivos destinos.
Viento, frio y "marea roja". Que más nos da; un gran entrada triunfal en la Semana Santa.
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