Llega el primer viernes de marzo y nos toca reencontramos con Jesús Nazareno en la iglesia de San Miguel de los Navarros. Una de las devociones más arraigadas de una de las imágenes de nuestra Semana Santa y que transciende de esta al resto de la ciudad.
Por eso nos gusta dedicarle una carta casi de manera anual. Todo lo que se hable de la Esclavitud siempre será poco. Su presencia honra a la Semana santa zaragozana por ese culto y veneración, como queda de manifiesto tal día como hoy. Y por una historia que desde 1759 va al compás de la de la ciudad.
Por eso celebramos que podamos sumar, a las diversas publicaciones que nos han acercado tal historia, el capítulo que Antonio Olmo le dedica en su libro La Semana Santa de Zaragoza en la Edad Moderna, donde se reafirma la singularidad de la Esclavitud. Seis cofradías tuvo Zaragoza en esa época y una de ellas es todavía la Esclavitud de Jesús Nazareno.
Una singularidad que empieza ya en sus orígenes cuando, siendo una imagen de Jesús en su advocación de Medinaceli (ya sabes, esa historia que se cuenta siempre sobre el ultraje del sultán de Fez), nunca se le ha llamado de tal forma. Siempre ha sido Jesús Nazareno, y como dice Antonio Olmo, esto, en toda España, está reservado para un Cristo con la cruz a cuestas.
De ahí la curiosidad de que aquellas asociaciones que en el año 1935 colaboraron empujando y acompañando en el Santo Entierro al paso conocido popularmente como "la Verónica", el del Cristo con la cruz a cuestas de Llovet, cuando en 1937 se plantearon juntar a más gente para sacar el paso, solicitaron a la Esclavitud integrarse en la misma, pero recibieron una negativa por respuesta y es entonces cuando aquellos fundan la cofradía de Jesús camino del Calvario, que a día de hoy tiene por paso titular a lo que en el resto de España sería el Nazareno.
Y es que, sin ser en su origen una cofradía de Semana Santa, la historia de la ciudad la ha acercado a ella. Primero porque ya en sus primeros once años de vida procesionaba en la tarde del Domingo de Ramos desde el convento de los Trinitarios donde se fundó. En la actualidad vuelven a salir en procesión en la tarde del Domingo de Ramos, pero en 1769 dejaron de hacerlo, como nos cuenta Antonio Olmo, porque no era el día más adecuado al ser el de la Entrada de Jesús en Jerusalén, porque solía hacer mal tiempo y por las probables celebraciones y muestras de afecto a la imagen que tributaban los vecinos a su paso por las calles, nada acordes con la semana de Pasión. Así de fija la fiesta en septiembre
El convento trinitario fue bombardeado por los franceses durante los dos Sitios de 1808 y la imagen de Jesús Nazareno fue trasladada primero a San Cayetano, y tras diversas idas y venidas entre su convento y otras iglesias, en 1821 se estableció que la imagen fuera venerada en la citada iglesia de San Cayetano compartiendo sede con otras cofradías. En esos años, Tomás Llovet que trabajaba en diversos pasos del Santo Entierro, realiza una réplica de la imagen titular. De San Cayetano se irán al Portillo, y 1858 se incorporan al Santo Entierro por lo que, tras la Sangre de Cristo, es la que más tiempo lleva participando en el mismo. Y siempre contando con la presencia femenina entre sus filas. Esto, la propiedad de la imagen y seguramente alguna cosa más, le supondrá todo una relación curiosa con la Sangre de Cristo.
Será en 1944 cuando se erija en su actual ubicación, a la que los cofrades unimos de manera insepareble. Es ver u oír San Miguel y pensar en los Nazarenos. Y como dice su actual consiliario, en San Miguel el Nazareno se ve desde la puerta del templo, desde la calle sus ojos están a la altura de quien lo mira. El Nazareno está en la puerta porque es la puerta.
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