Como dice el dicho, el Domingo de Ramos es día de estreno. Y nos ha pasado como cuando estrenas calcetines, que una vez puestos te olvidas de ellos, de que son nuevos porque es como si llevaras los viejos. Retomamos ilusionados un Domingo de Ramos tres años después, pero una vez inmersos en él, como si no hubiera pasado el tiempo. Nuestro Domingo de Ramos, el de siempre, el anhealdo, el que queríamos.
Pero seamos justo, porque no hay dos iguales y la percepción de cada cual no es siempre la misma. A ciertas edades tres años es una eternidad mientras que para otras simplemente un paréntesis. Y así, para algunos, afortunadamente, ha sido el mismo de siempre; para otros habrá sido el mejor Domingo de Ramos de su vida. Y para todos, lo excepcional nos lo ha brindado la cofradía del Ecce Homo, que ya nos regaló en 2019 una nueva procesión camino de Altabás y que en este, el de su 75 aniversario, nos ofrecen la presencia de los que a lo largo de sus historia han sido sus dos imágenes titulares, algo ya vivido el Miércoles Santo de 2016.
A veces la fortuna es injusta, y sustituir una imagen procesional por otra, en el caso del Ecce Homo, así lo demuestra. La escultura de San Felipe no tiene punto de comparación con ninguna, siendo a nivel artístico, histórico y devocional, una de las señeras de la ciudad, y no solo en el ámbito cofrade. Y esa fortuna de contar con semejante joya, apartó de las procesiones al realizado por Llovet en 1818. No todas las sustituciones en nuestras cofradías han sido por imágenes mejores o más valiosas. El discurrir del tiempo termina juzgando.
Y no me juzgues si no se extiende más esta carta. Como escuchamos a los capataces de la Humildad (preciosas las bambalinas y demás novedades decorativas) queremos "dejarla ahí" porque, y salvo la ausencia de la procesión del traslado del Santísimo Cristo de la Columna, no ha habido mejor noticia que revivir de nuevo un Domingo de Ramos.
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