A mi "cuñao" Andreas le sorprende que en España las heladerías cierren en otoño-invierno. En centroeuropa siempre están abiertas y los helados son de consumo habitual. Será que los mediteraneos somos de sangre caliente y necesitamos tirar más de "cafés" por estas fechas, y por todas. También le sorprende los precios desorbitados que tienen las heladerías españolas. En eso le doy la razón, aunque a nuestro favor el café español nos sale a un precio que te permite, si puedes o quieres, tomar varios al día en tu bar o cafetería favorita.
En mi infancia los helados no debían de ser tan caros, o al menos eran asumibles, sino para rato nos ibamos a tomar uno cada hermano cuando ibamos en verano a buscar a mi padre al paseo Independencia al salír de trabajar, y cruzabamos a los viejos "Italianos" junto al Heraldo de Aragón. Cada uno de nosostros chupaba de su cucurucho. Otra cosa era si tocaba naranjada o limonada, cuando ibamos de "mirindas" y se le pedía al camarero dos y cuatro vasos.
Pero estamos en Roma, y esto también es Mediterraneo. Diciembre y las "gelaterias" siguen abiertas, conviviendo con los castañeros, repartidos por todas las plazas, y por supuesto las cafeterías. Heladerías tan famosas como Giolitti o cafes como el Antico Greco, o "la Taza del Oro" con su leyenda de servir el mejor café del mundo (escrita en español). Giolitti se atribuye ser la más antigua de Roma y para muchos la mejor. Sin embargo tal título se lo disputa Fassi, cuya historia se remonta a 1880, diez años antes que Giolitti, en el conocido como palacio del frio. Esta última cuenta con la desventaja de que Giolitti se encuentra ubicada cerca de todo lo que vas a ver en Roma y Fassi te pilla desplazada más allá de Santa María la Mayor. Ah, y los precios, acordes a los de nuestra infancia, por lo cual mi madre podría habernos pedirnos un cucurucho para cada uno.
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