Javier Lambán dice que si no fuera por la semana cultural del Pilar ya habría legislado para instaurar la normalidad. Se agradece que el Presidente de Aragón no se exprese con "nueva normalidad" y mucho mas que no use la construcción semántica más estúpida de las originadas en los últimos tiempos para referirse a las fiestas.
La normalidad vuelve a la Romareda. Solo falta poder merendar. Las taquillas abren y puede entrar todo aquel que quiera comprar una entrada. Incluso, que no es el caso, si tuviéramos un campo con 100.000 butacas.
Si algo domina en los últimos meses es la incongruencia. Los universitarios van a clase una semana si otra no. Luego se juntan todos los que quieran a hacer lo que deseen fuera de clase, incluida la llamada "grada de animación" de la Romareda, que debe de ser un sitio purificado e inmune. La ofrenda de flores limita sus asistentes a 20.000 y los van a conducir por un pasillo cerrado a la vista del resto de viandantes y con un recorrido reducido. Los baños se usan uno si, otro no. Los asientos de sitios públicos también. La lista de normas incomprensibles puede ser larga. Mientras el tranvía a tope desde hace tiempo. La Romareda ahora también. O todo a tope que quieran sus forofos.
Volviendo al fútbol. No ganar, empatar, no meter goles. Esa si que parece la normalidad a la que estamos abocados.
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