Un cuarto de siglo asomándonos al mirador de la Galiana para alzar la vista al cielo y ver el vuelo de los buitres o contemplar la entrada al Cañçon del río Lobos y desconocer que a nuestros pies se abría la cueva de la Galiana Alta. Son los amigos de las jóvenes generaciones quienes nos apuntan un nuevo sitio para pasar la tarde y poder seguir enviando postales originales.
Un gran vestíbulo de entrada con vistas al cañón y más de 200 metros de pasillos entre pilares que parecen arboles fosilizados. Hay que encontrar una estrecha cavidad, por la que sale una corriente de aire, para llegar a otra gran sala iluminada por un pequeño agujero en el techo.
Ahora a seguir viniendo más tardes. Con luz, con menos luz, con el hilo de Ariadna...
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