Ha sido un Viernes Santo excepcional. Excepcional porque no ha sido normal. Sin predicación de las Siete Palabras, sin Santo Entierro, pero con momentos de los que pasan a los anales, como la presencia del Cristo de la Cama en la basílica del Pilar, o el cambio de aspecto de la Virgen de la Piedad con su nueva corona imperial.
No es la primera vez que la Piedad luce una corona imperial, pero para varias generaciones esto solo lo hemos conocido por fotografías, por lo que a partir de ahora tendremos que acostumbrarnos a una nueva sensación cuando miremos a la Piedad. Los aniversarios siempre ofrecen recurrentes pretextos, y los 150 años de la imagen no iban a ser menos. El 2 de abril de 1871 el Arzobispo de Zaragoza bendecía esta imagen y 150 años después, el actual Arzobispo bendice la corona que la cofradía de la Piedad regala a su imagen titular.
No es la primera vez que el Cristo de la Cama se encuentra en el Pilar, pero esto solo sucede por motivos históricos. Y Zaragoza vuelve a mostrar su devoción al mismo conformando largas filas para su veneración. Vivimos tiempos de filas para todo. En Semana Santa nos gustan las filas de penitentes, con velas, con palmas, acompañando y abriendo camino a los pasos, sin embargo nos ha tocado hacerlas en San Felipe, en la Mantería, para entrar en San Pablo o en las Mónicas y hoy en el Pilar.
Santos días, que se van acabando, plagados de instantes como estos. Sin el calendario del discurrir de las procesiones que cada día nos hubiera tocado acompañar, como decíamos para el Miércoles, cada jornada debemos esforzarnos por recordar en cual estamos. Solo la liturgia de los oficios de Pasión nos enmarca el Viernes Santo.
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