Desde hace seis meses no nos encontrábamos tan a gusto y normales en un sitio, rodeados de gente, como estos días en la playa. Dijimos lo mismo a principios de verano con las piscinas, pero conforme avanzaba el calendario, las normas y restricciones, especialmente el uso obligatorio de la mascarilla, dejaron de ser un reducto de libertad.
En las playas cántabras hacemos lo de siempre y en los arenales la mascarilla no es obligatoria. Ya lo decía Revilla, que como en Cantabria, este verano, en ningún sitio. Esperemos que la relajación no haya sido excesiva; que las postales adyacentes mucha gente no entenderá. Aire libre, grandes espacios, distancia..... es la mejor prevención y esta y otras playas lo ofrece.
Hemos estado en otras, donde si andabas paralelo al agua debías llevar mascarilla, cosa que si lo hacías en perpendicular no era necesaria. El virus no entiende de geometría. También hemos estado en piscinas que debías tomar el sol con mascarilla, pero si lo hacías tomándote un polo o una caña no hacía falta. Cuanto se agradece la normalidad de toda la vida de esta playa; con sus castillos de arena, sus tumbones, palas, petancas, flotadores y donde las únicas mascarillas a utilizar son las de bucear.
Lo único extraño la clausura de las duchas. El caso es que los botones de los parquímetros no deben de contagiar pues ninguno he visto clausurado.
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