domingo, 5 de julio de 2020

POSTALES DESDE EL VERANO 2020: Desde la ventana



Pasó un buen día junto a mí, parecía que quería quedarse aquí, no había manera de echarle.
Si Peter no se quiere ir, la soledad después querrá vivir en mí, la vida tiene sus fases, sus fases....
Dani Martín. Peter Pan


La suerte ha hecho que podamos combinar las dos postales anteriores en una. Al levantarnos de la cama y mirar por la ventana a ver que día hace, dos corzos se nos muestran ante nuestros ojos. Sin cámara de fotos, sin móvil, sin.....nada encima, únicamente queda contemplar y disfrutar de semejante regalo que solo ventanas como esta, abiertas a la naturaleza, nos pueden ofertar. Quien hubiera podido disfrutar de ella durante el confinamiento.

Los medios de comunicación no han dejado de anunciar que este verano vuelve el turismo de los 70. Muchas veces de forma peyorativa y otorgándole un nivel inferior de disfrutar de las vacaciones. Nosotros, que nunca hemos renegado de ese tipo de veraneo, ya nos hubiera gustado en los 70 disponer de una ventana como esta, abierta a la aventura. Entonces, las lecturas de "los Cinco" nos hacían imaginar veranos con escapadas a páramos y bosques, islas del tesoro, botes de remo y aventuras por ruinas de castillos. Nada de eso teníamos desde un apartamento en un barrio de Benicarló, aunque mi madre siempre decía que veraneábamos en Peñíscola. El barrio era el del Pilar, que para alguien de Zaragoza era como decir más de lo mismo. Es cierto que en Peñíscola había castillo, pero pagando entrada entrabas, y eso no tiene nada de aventura. Y también es justo citar que en ese barrio del Pilar, con el paso de los años hicimos amigos, y había un solar donde íbamos a jugar, algo que, a pesar de ser chicos del Arrabal para nosotros ya era una pequeña aventura porque en nuestra ciudad no nos dejaban ser "callejeros". Aquí tirábamos piedras, jugábamos a la rayuela e íbamos en las bicicletas que tenían a bien dejarnos para dar la vuelta a la manzana. 

Mañanas de playa, esterilla y sombrilla; tardes de puerto, lonja de pescado, de helados en los Costa Dorada, o de dos "mirindas" en cuatro vasos en el Café Brasil. Y si era sábado, misa en el Cristo del Mar. Veranos divertidos y deseados durante todo el año...... pero no había aventuras como las que nos contaban en las novelas de Blyton. No había ventanas que dan al bosque, desde donde todos los días ves alguna ardilla o, como hoy te dan los buenos días dos corzos. Ventanas a un bosque que invita a escaparte por la noche para montarte tu propia aventura, ir a una cabaña de palos desde donde oír los ruidos nocturnos o simplemente ver la luna o las estrellas. 


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