Nunca se había acostado tan pronto en una noche del Miércoles al Jueves Santo desde que comenzó a tener uso de razón. Él nunca había faltado a su procesión. Ni por enfermedad, ni por la mili, ni por viajes, ni por Sevilla ni por perder su silla, por estudios o por trabajo, ni por enfadarse por algo o con alguien.
Dicen que nuestra vida cotidiana es el semillero de nuestros sueños, que nuestras experiencias son el origen de las imágenes oníricas que nos asaltan mientras dormimos. Los recuerdos de emociones sentidas, de la gente que conocemos, de los momentos que queremos o deseamos se reflejan en nuestros sueños. Por eso se acostó deseando soñar con una mañana de Jueves Santo, pero la quería vivir de verdad, intensamente, no como el surrealismo vivido en Lunes Santo. Porque pocas mañanas hay más bonitas en Zaragoza que una de los tres jueves que relucen más que el sol.
Fue cerrar los ojos y encontrarse en San Cayetano poco antes de las 10 de la mañana. Comienzan los turnos de vela a los pasos y culto al Cristo de la Cama. Se escribe poco sobre esta costumbre zaragozana y tan arraigada entre los cofrades; hay escasas referencias a lo que supone la misma e incluso como ha evolucionado. Y la de historias que se podrían contar de como se han vivido. No somos viajeros en el tiempo, ni disponemos el control de las puertas del Ministerio del Tiempo, pero alguien que lo fuera podría tomar el pulso a la evolución de nuestra Semana Santa paseando por las naves de San Cayetano en una mañana de Jueves Santo. O intentando pasear según la época y la hora del día.
Antes de la guerra nos encontraríamos con la iglesia, ya a primera hora del Jueves Santo, con todos los pasos de la Sangre de Cristo expuestos a la feligresía, la cual recorre la iglesia admirándolos camino de santiguarse y besar los pies del Santo Cristo sobre su Cama. Los pasos se han traído de fuera para participar en el Santo Entierro de mañana; la única procesión para lo que se hicieron. Hasta 16 pasos, según el año, según el momento, se presentan sin faldas, sin flores, sin iluminación. Algunos ya están carrozados con ruedas, otros se siguen llevando a hombros.. No hay cofradías ni cofrades, y los únicos hábitos que se observan son los relacionados con la Sangre de Cristo, la Sección de la Cama y la Guardia Romana.
Como los sueños son caprichosos, comienzan a aparecer legionarios y pretorianos de distintas épocas. Y así se mezclan los cascos y armaduras de lata y sus luengas barbas de principios de siglo XX con las cotas de malla de los 80 y los cueros de los 90. Las lanzas golpean el suelo entarimado para abrirse paso entre los congregantes, mientras un redoble de tambores suena desde un habitáculo sobre el altar. El coro de la iglesia se convierte en un campechano "castrum" donde los romanos se despojan de sus pertrechos guerreros entre guardia y guardia, almuerzo y almuerzo y decidiendo el homenaje al difunto Velilla o la huelga de 2006.
El sueño desvanece los 16 pasos y nos encontramos con una iglesia ordenada, ocupada solo por siete pasos, más la peana del Refugio y la de la Virgen de Palao (que aparece y desaparece). Nacen las flores, auténticos jardines colgantes de Nínive en algunos pasos, y también los faldones y las luces que iluminan unas paredes grises y desconchadas por la humedad. El pueblo zaragozano se pasea libremente entre las carrozas, hace fotografías a barbados romanos con gafas, admira las figuras de los Albareda, de Palao, de Burriel, de Calero, de Llovet..... con la banda sonora de los tambores y el bullicio que sale de la sacristía de fondo. Pero con la misma devoción de siempre a la imagen central de nuestra Semana Santa.
Y de repente te ves inmerso en una fila que no avanza, limitada con cintas que diseñan un recorrido entre apretados pasos que se ajustan como un tetris. La iglesia luce iluminación y paredes acicaladas, suena un hilo musical con música sacra. Vuelve a ver 17 pasos en la iglesia, pero no son los mismo que en el anterior paseo. Cuando termine la mañana habrá 21; y otros tantos o más están por llegar o acercarse hasta la plaza mañana.
Se oyen tambores en el sueño. Nos acercamos a la calle. Bailo esta de puerta. La Crucifixión con sus todavía terceroles inician el final de la procesión, mientras Domingo viene acompañando a la Verónica. La Exaltación ha hecho su predicación en la Plaza de Sas y enseguida estará aquí al son de "Cementerio" con su solitario Cristo a medio erigir. Mientras, la Coronación luce su morado nazareno en otra esplendorosa mañana de Jueves Santo; porque puestos a soñar, porque va a aparecer la lluvia.
Los turnos de vela siguen... queda mucha tarde todavía y muchos sueños que contar.
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