Mucho debe parecer. Y a mucha gente, que se concentra cada tarde, las que hay posibilidades de ver sumergirse el sol en las aguas del Cantábrico, en el Cabo de Gerra.
Un acontecimiento, el ocaso, que se repite todos los días, desde que el mundo es mundo y al que acudimos como si fuera un espectáculo; tal, que en días como hoy, el gentío, con expectación, termina aplaudiendo.
Un hecho sencillo, gratis (aunque siempre puedes tomar algo en la Terraza del Hotel Gerra), sin listas de espera ni filas. Algo natural, y no por repetido deja de ser cada día que acontece único e irrepetible. Hoy lo ha sido. Ya el día prometía un horizonte despejado, y así ha sido, enmarcado con los dientes de sierra de los Picos de Europa y la bahía que conforma la playa del Merón.
Ufff... como debe ponerse esto en agosto.
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