Ya se que las cartas no te llegan con la puntualidad deseada. El trajín de estos días de "querer estar en misa y repicando", o "a Dios rogando y con el mazo dando" es lo que tiene; además de que el formato epistolar demanda una dedicación más exigente de los medios actualmente al uso. De todas formas, después de tantos años escribiéndote sobre nuestra Semana Santa, si no ocurre nada extraño, y no lo deseamos, prácticamente está todo contado. Además de que, con tantos medios a nuestra disposición la información de casi todo nos llega al momento, prácticamente en directo lo que se vive en la calle.
Vivimos un nuevo Domingo de Ramos a lo grande. Acompañamos festivamente a la cofradía de la Entrada de Jesús en Jerusalén que nos ofreció lo que andábamos buscando en un agradable pero fresca mañana. Un solo paso, atributos los justos y necesarios; las calles se llenan de azul y blanco, como el cielo zaragozano, pero también de amarillo, como el sol y las palmas. No necesitamos de más para comprender y festejar este misterio. Carracas y tambores le ponen el acompañamiento sonoro, y las palmas nos dan la posibilidad de participar a todos, de manera gozosa en el rito procesional. Por eso, sigamos acudiendo con ramos, regalemos a nuestros hijos la tradicional palma.
Jesús entró en una burra para celebrar la Pascua, con el significado de humildad que esto conlleva. De blanco y azul, pero con poca humildad también nos fuimos a la Romareda entre procesión y procesiones, y sintiéndonos mejores que los sevillanos, la tarde comenzó con una torrija y una palmada. Cuando salimos de la Romareda, "la Humildad" ya estaba en la calle, con todo su acento sevillano. Casi mejor ir a acompañar al "Silencio".
Y es que, en los dos extremos del extenso casco histórico de Zaragoza, nos encontrábamos con dos maneras muy diferentes de vivir el Misterio de la Pasión de Cristo. En San Pablo silencio y recogimiento con el viacrucis parroquial; en la Magddalena, gentío y expectación con la Estación de Penitencia de la Humildad. Y salvo la Coronación, por el barrio de San Gregorio, otras cuatro procesiones recorrían (la Humillación, los Nazarenos) o se acercaban a ese casco viejo (Prendimiento, Columna).
Las heráldicas del Silencio anunciaban el inicio del viacrucis que nos traía la sorpresa de ver al Cristo de la Agonía tumbado sobre los hombros de las esclavas y hermanos portadores, como ya hicieran en la inauguración del 75 aniversario con la eucaristía del 2 de enero. Una imagen nueva e insólita que ojala se vuelva a repetir para los que no la habéis visto. Lo dicho, merece la pena vivir el silencio con las esclavas y la cofradía de Jesús de la Agonía.
El viacrucis de la Humillación también es de recogimiento, pero es tal la gente que le acompaña por las aceras que el ambiente es distinto, especialmente desde su solemne salida de San Felipe, al recorrer la calle Alfonso y acercarse a la Seo en el momento en que la Humildad ya ha entrado con su paso de misterio y se acerca el palio. Ya son las 20,30 de la tarde.
La Columna se acerca a la Puerta del Carmen. Traen la pequeña peana con su Cristo fundacional. Una pena que el recorrido no acompañe (pero recordemos que la procesión siempre va por dentro, vayamos por donde vayamos). La estética de la comitiva, muy diferente a la que conocemos del Jueves Santo, resultaría de lo más entrañable y emotiva por esas calles acogedoras que tanto nos gustan del casco viejo. Pero es lo que hay; y si al Santísimo Cristo atado a la Columna la historia de la ciudad se lo ha llevado allende, mejor no inventarse cosas "para que quede más bonito", que bastantes hacemos.
Allende también llega el Prendimiento, solamente con su paso de la Dolorosa, rezando los Siete Dolores, pero desplegando todo su poderío, de atributos, de instrumentos, de secciones....... Esperamos al jueves para ver una nueva novedad. Y de allí pasamos a ver a los Nazarenos, en su también viacrucis parroquial, y en su también despliegue de todos los medios, cofradía que además desde este año se ha agregado el título de TRinitaria.. No hay año que no saquen una novedad; o a lo mejor no es novedad, pero llevan tantas cosas que de un año para otro se te olvida (por ejemplo, la bandera parroquial de San Miguel), además de que les acompañe la cofradía de Cuarte. El piquete de esta abre el desfile, que lo cierra el suyo propio, al que he visto más mermado en número de lo que uno también recordaba.
Se nos ha pasado el disgusto sevillano. Nos acercamos a acompañar a Jesús de la Humildad y a María Santísima del Dulce Nombre, más inmaculada, más blanca que nunca al ocultar el azul cobalto de su todavía no concluido manto (con algunos problemas en la corona, subsanados en el interior de la Seo). Ya le tienen tomada la medida al recorrido, que cada año se nos hace más corto (no se si los costaleros pensarán lo mimo). Se nos ha ido el Domingo de Ramos, fresco, pero con todas las procesiones en la calle, algo que no ocurrió el Viernes de Dolores, también tarde de viacrucis y de rezos de Siete Dolores. Ya esperamos el del año que viene.
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