Creo recordar que fue a José Luis Melero oír decir que el nivel de una ciudad se podía medir por sus librerías, sus pastelerías y su equipo e fútbol. Me parece que Zaragoza necesita mejorar, que no progresa adecuadamente. Centrémonos en las pastelerías; por lo menos tenemos esa maravilla que es Fantoba, La Flor de Almibar. De crío uno recuerda también Casa Lac como pastelería. Pero, no me negareis que es imperdonable que en la Plaza del Pilar no exista una como "dios manda", una vez que cerrara, y ya hace unas décadas, Casa Clavería (si, la misma que te nombré en la carta sobre los Aromas de Pasión, pero en relación a las velas de cera), que estaba en el pasaje del Ciclón frente a la basílica, y que hoy es el comercio Luisa Artero.
Nombraría más pastelerías que me vienen a la memoria como Tupinamba (la firma sigue existiendo) cuando estaba en la "calleAlfonsoesquinaCuatrodeAgosto", local que hoy es una relojería y mañana será otra franquicia. También Zorraquino o la Bombonera Oro (que todavía existe y con la que uno tenía relación cuando pertenecía a la familia Suñé), pero me paro aquí y te recomiendo la lectura, si te interesa el tema de la confitería, del trabajo que realizara, el que en su tiempo fuera gran Hermano Mayor de la Cofradía de Jesús atado a la Columna, don Francisco J. Bentué Sauras, y que bajo el título "La confitería - pastelería en general y las desaparecidas zaragozanas" se publicó en 2009 en los Cuadernos de Aragón nº 42 de la Institución Fernando el Católico.
¿Por qué llevo tanto rato hablándote de pastelerías?, porque es de agradecer ver como algunas todavía recuerdan desde sus escaparates que es tiempo de cuaresma, que es tiempo de vigilia.
Hoy en día pocos seguimos los preceptos cuaresmales y, en cuestiones gastronómicas, se han quedado como meros platos típicos de viernes de vigilia o de Semana Santa más que como algo obligatorio. La Junta Coordinadora, junto con HORECA y el Ayuntamiento, iniciaron en el 2010 unas Jornadas Gastronómicas Cuaresmales que nos recordaban esos potajes que llenan cuerpo y alma, donde el bacalao o la sardina se hicieron los reyes del menú en épocas pretéritas, y como colofón esos pasteles y dulces aderezados de vegetales o pescados en general y las torrijas en particular.
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