En esta semana en la que una parte de España quiere levantar muros porque se creen distintos, hay que recordar como el espacio Schengen modificó el paisaje de fronteras.
Aquí estamos. En el Portalet, el puerto de montaña que une por carretera España y Francia, a 1794 metros de altura. Ya no tiene el sabor de antaño, con sus puestos fronterizos, sus barreras y gendarmes, o cuando era zona franca con sus privilegios tributarios y exoneraciones de derechos de importación. Pero aún perduran hipermercados y bazares donde se venden desde guitarras a trajes de sevillanas, pasando por paelleras y otros productos típicos de ambos países. Y sobre todo alcohol, mucho alcohol para los franceses a precios españoles. Tiene su encanto.
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