Tarde de Jueves Santo. La más especial de todas las tardes del año. Creetelo. Y la inmensa mayoría de los zaragozanos no lo sabe, pero es así. No es pasión cofrade. Solo hay que salir a la calle y vivirlo. Dejarte llevar por las sensaciones que provocan a todos los sentidos. Incluso aunque no compartas las creencias y los sentimientos religiosos, incluso aunque no comprendas porque unos individuos se cubren de túnicas y capirotes en el siglo XXI (algunos dirán que provocando a la sinrazón), aunque rechaces el estruendo de los tambores. La ciudad se muestra diferente, y desde las alturas verías todas las calles del casco viejo abarrotadas de gente envolviendo rojo de sangre, amarillo de comunión, blanco de pureza, morado de pasión, marrón de madero, negro de dolor, azul de cielo. ¿Te imaginas un dron sobrevolando a ras todas las calles? Fácilmente, en algunos momentos entre las 21 y las 3 de la madrugada podría hacerlo sin interrupción, pasando de cofradía en cofradía. de procesión en procesión.
La noche no fue buena climatologicamente hablando. En algún momento de la tarde la Eucaristía llegó a plantearse activar el plan de actuación frente a fuertes rachas de viento. No fue necesario. El calor humano, las aglomeraciones de gente y el paso por calles estrechas, recogían el ambiente lo necesario para procesionar en unas condiciones deseables. Tan solo la plaza del Pilar, especialmente cuando la tiñó de rojo la Columna, nos recordaba que el cierzo gélido es innato a Zaragoza y a esa plaza.
Plaza de San Cayetano, gentío y espectación. Filas de devotos, durante toda la tarde hacían por entrar en la iglesia donde entre pasos caben todas las almas que queramos. Filas que solo se desvanecían ante la llegada de un cetro que avisaba que pasaba Jesús Despojado o el Prendimiento y la Coronación. Que llegaba la Resurrección y el Huerto. Como más tarde lo hacía el Descendimiento antes de que la Piedad lo hiciera desde la Iglesia y esperar que concluyera la presencia en este lugar con la irrupción de la Llegada, de la Columna y de la Eucaristía.
No es noche para verla por la televisión, aunque las imágenes de Aragón Televisión te traslada a los lugares y momentos más característicos de las calles de Zaragoza, con una calidad de tomas y sonidos impactantes. Si no queda otro remedio, es la mejor opción,.Pero la noche (me niego a designar este tiempo con otro nombre con acento en la á) hay que vivirla en la calle, no frente a un monitor (y menos metido en un furgón).
Los avances tecnológicos llevados a las procesiones nos facilitan las aplicaciones de los geolocalizadores. Ya sabemos donde están las procesiones y por donde debemos movernos, calculando el tiempo necesario para acudir a nuestros rincones favoritos. Cada cual el suyo, que muchas veces coinciden con aquellos que viviste intensamente de chaval o que te han ido transmitiendo las cuadrillas a las que llegaste de "mascota".
Esa subida de los pasos del Silencio por la rampa de las escaleras hasta alcanzar la calle; hábitos remangados y amigos y vecinos de paisano echando riñones; o a la vuelta, mas tranquila, con la soga y la emoción contenida en la despedida del Cristo y la Virgen Blanca. O la salida del Despojado con ese entorno de Murallas, torreón de la Zuda y San Juan de los Panetes, con su escalinata de teatro. Dejarte imbuir en Dormer durante el tránsito de la Columna, sintiendo el redoble de tambores y las mazas de los bombos en el interior de tus entrañas. ¿Por qué son tantos estos?, pregunta un niño en la calle. Buena pregunta con fácil respuesta cuando pertenecen a una parroquia o tienen relación con un colegio. No es el caso. Organización supongo. Una cuidada organización y unos buenos medios de comunicación al servicio del cofrade y con un calendario litúrgico, cultural y festivo bien programado desde hace años.
O cuando pasa la Eucaristía, seguimos en Dormer, con el paso racheado de los costaleros, la emoción contenida de los enormes pasos rozando las paredes de las estrechas calles, y esa capilla coral y "ministril" que haces desear que no se callen en toda la procesión (y que los tambores toquen, por un día, por una procesión, un poquito más bajo). Un ejemplo de procesión, de cofradía, transmitiendo espiritualidad en la calle, que es lo que debe de hacer una procesión y el buen hacer de una cuidada y sistemática planificación para conseguir lo que quieren sin prisas. Tambores, atributos delicados, ministriles y coral, banda de tambores y cornetas del Pilar, personajes simbólicos........ toda una apertura para los sentidos que decían aquellos.
Y que decir de la calle Alfonso y Manifestación. Allí es donde recomendaba estar Eduardo Acón un Jueves Santo, Vuelves a ver pasar al Despojado y al Silencio (también con capilla musical. Hermoso). al Prendimiento inacabable y haciendo bucles por las calles entorno a San Cayetano; a la Resurreción que cumple 40 años y todavía pensamos que es una cofradía joven (cierto, con cuarenta y casi cincuenta todos nos sentimos jóvenes y con ganas de, si hace falta, subirse a un buzón o encaramarse a la samaritana para ver algo). Y llega la Oración sin el Huerto, centrando todo el protagonismo en la peana de Jesús de la Oración, elegante a la par que discreto en su ropajes. Todo un acierto. Alguna explicación habrá para que no procesionaran con su paso titular en la noche en que el Huerto de los Olivos se convierte en la antesala de la Pasión, en confesionario camino del Calvario.
Y ya que hablamos de peana, la de la Coronación nos ofrece una doble vuelta sobre si misma antes de despedirse entrando en el Colegio Notarial, al son de una preciosa marcha de cornetas de creación propia. Sin duda uno de los momentos de la noche. Si no lo viste, ahí tienes "Aragón a la Carta".
Y llega el Descendimiento y la plaza se tiñe de morado. Y de capirotes blancos. Y de jotas, con ese ritmo tan suyo y característico del que todos echamos mano, salvo la Resurreción, capaz de introducir otro redoble en sus jotas de despedida.
Es la hora de la Piedad. Como siempre, lo de siempre. Sobran letras y palabras. Hasta una hora después no salía la imagen de la plaza entrando en una calle Manifestación colapsada, como lo estaba Alfonso. Si estabas allí, imposible moverse hasta que no transcurriera el cortejo. El cofrade impaciente por cambiar de sitio y llegar a otro momento, como la entrada de la Llegada al Calvario, la más larga de nuestras procesiones, debe de tener la lección aprendida. Nunca te coloques en Manifestación o Alfonso viendo la Piedad, a no ser que sea lo que quieras ver y estés en primera fila.
La Llegada llega con su Virgen del Perdón estrenando la media Luna, y su piquete de tambores su nuevo estandarte.
Y aparece la Columna tiñendo la plaza de rojo y el ambiente de redoble. Y tras ellos la Eucarístia, despidiendo con solemnidad y emoción una intensa y sentida tarde noche de Jueves Santo, la mas especial de las tardes y de las noches de Zaragoza.
La Piedad sigue, el Boteron y las saetas nos esperaban a la luz de la luna ya menguando y de las hachas, aunque eléctricas, orgullo de esta cofradía que muestra más que ninguna. Como escribiera Mariano Julve en la Revista de la Junta Coordinadora, las velas están para algo más que hacer tramos o separar pasos. Y en la Piedad lo saben y lo llevan a gala..... pero ya es Viernes Santo. El Boterón y la Magdalena se ilumina con antorchas y el Cristo del Refugio recorre sus calles al filo del despertar de un nuevo día. Cada vez queda menos.
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