Rodeados de calabazas sonrientes, concursos de disfraces en bares y discotecas y cutres botellones en Montecanal, evocamos el romanticismo para unos y la espiritualidad que para algunos guardaba la noche de todos los Santos leyendo los "Jardines místicos" de hace 110 años de Juan Ramón Jiménez.
Viento
negro, luna blanca.
Noche
de Todos los Santos.
Frío.
Las campanas todas
de la
tierra están doblando.
El
cielo, duro. Y su fondo
da un
azul iluminado
de
abajo, al romanticismo
de los
secos campanarios.
Faroles,
flores, coronas
–
¡campanas que están doblando! –
…Viento
largo, luna grande,
noche
de Todos los Santos.
…Yo voy
muerto, por la luz
agria
de las calles; llamo
con
todo el cuerpo a la vida;
quiero
que me quieran; hablo
a todos
los que me han hecho
mudo, y
hablo sollozando,
roja de
amor esta sangre
desdeñosa
de mis labios.
¡Y
quiero ser otro, y quiero
tener
corazón, y brazos
infinitos,
y sonrisas
inmensas,
para los llantos
aquellos
que dieron lágrimas
por mi
culpa!
…Pero,
¿acaso
puede
hablar de sus rosales
un
corazón sepulcrado?
–
¡Corazón, estás bien muerto!
¡Mañana
es tu aniversario! –
La
ciudad está doblando.
Luna
blanca, viento negro.
Noche
de Todos los Santos.
(Jardines
místicos)
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