Dicen que para que una rutina se convierta en costumbre y luego en tradición se debe repetir 50 años. Ya falta menos. De momento volvemos a hacer los mismo año tras año. Poner la mesa, con los canapés y las banderillas que sobraron de anoche, al son del Danubio Azul, mientras desde la cocina llega el olor a caldo y a horno. Luego llegará el evocador redoble del tambor del "vermut" (solo los Botejara, los Morata y los Sales saben la importancia que tiene la Marcha Radeztki), que tiempos atrás nos anunciaba con impaciencia que un nuevo ciclo se abría.
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