Dos rías desembocan en una amplia bahía, bajo el influjo de las mareas, y presidida por una iglesia gótica y los restos de un castillo, situando a la villa marinera en un lugar privilegiado.
Y más ahora, una vez construida la autovía del Cantábrico, que saca al tráfico de paso fuera de sus dos puentes. Mucho antes de Bustamante, la villa de San Vicente era nombrada en los boletines de noticias todos los domingos por la tarde por los atascos descomunales que se producían. No había otro camino en este tramo de la cornisa cantábrica. La belleza del paisaje era una trampa para los coches.
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