Navegando por las carreteras de este mar de pinos llegamos hasta Duruelo, el primer pueblo que atraviesa el Duero. Subimos a Castroviejo, mirador magnífico donde la erosión creó un lugar evocador por su paisaje de rocas de formas extrañas y misteriosas. Una suerte de “ciudad encantada”. Quince minutos de paseo nos conducen a Cueva Serena y su cascada.
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