Alborotada primavera que nos llena de incertidumbres. Pero las Siete Palabras lo tiene claro y decidido por Capítulo. La predicación pública de las Siete Palabras no puede faltar a la cita con los zaragozanos. No hay nada que discutirles. Más llovió y se sufrió en el Gólgota. La pena es que la intensa lluvia que cayó durante las primeras horas de la mañana nos privó del traslado desde el barrio Oliver de la Cofradía de la Llegada al Calvario y de su presencia en la procesión del Santo Entierro. Tendremos que esperar un año más a ver llegar a San Cayetano a la nueva imagen de la Virgen del Perdón. Una pena. Como también lo fue la no presencia de una cofradía y un paso tan esencial como el de la Eucarística en el Santo Entierro.
Y es que la hora del vermut y de la comida fue un sin vivir esperando la decisión de si se celebraba la Procesión General. Reunión de Hermanos Mayores y fumata blanca. Habemus procesión (no se cómo se declina procesión). Y fue un acierto porque no cayó una sola gota durante todo su discurrir. Curioso lo que nos ha hecho el tiempo. El Martes Santo se daba por hecho de que la procesión se suspendía. Es más, he visto listas preparadas para los turnos de vela que se iban a celebrar durante toda la tarde, como sucediera hace dos años con ese gran acierto improvisado. El Miércoles Santo en todo caso solo iba a chispear y el Jueves Santo también corría peligro. Nada se ha cumplido. Solo la sentencia, como debía ser. Jesús fue juzgado, crucificado y muerto. Y los zaragozanos lo hemos recordado así.
Enhorabuena a la Sangre de Cristo por poder celebrar la procesión. Especial es la sensación de uno cada vez que participa en el Santo Entierro, pues se siente participe de un acto cuyo discurrir ha ido al compás de la historia de Zaragoza. Una Zaragoza no muy dada a la conservación y que sin embargo mantiene activa una Hermandad, que la tradición ha llegado a situar sus orígenes en el siglo XIII, y una procesión que se celebra, por lo menos, desde el siglo XVII. Enhorabuena por recuperar de una tacada a los acólitos (esas zapatilassss……….), por recuperar la enorme Cruz de la Sábana Santa y los hermosos faroles que la acompañaban. Pero sobre todo por recuperar a las Sibilas. El Santo Entierro es más que una sucesión de cofradías. Es más que puro catecismo. Es todo alegoría, simbología y metáfora. Metáfora del originario fin de la Sangre de Cristo de acompañar reos y recoger cadáveres. Catecismo con la presencia de los estandartes de las doce tribus de Israel, y de Abraham, Isaac, Moisés, Aarón, David..... el pueblo hebreo, la samaritana. Y la simbología de los doce hachones que escoltan la Cama, cuyos portadores simbolizan a los Santos Padres del seno de Abraham. Y ahora, de nuevo, carga alegórica con la presencia de las sibilas, que personifican las profecías sobre el nacimiento de Cristo. Un esfuerzo más y a recuperar a los hermanos que representaban a las Virtudes Teologales, y las banderas de las partes del mundo que simbolizaban la redención de toda la humanidad por la Muerte del Hijo de Dios.
Un acierto también el recorrido, el que recordaba a la niñez recorriendo todo el Coso a partir de salir de la desaparecida calle Escuelas Pías. Tal vez se notaba que faltaban cofradía y hasta hermanos en el resto, pero no hubo más parones que otros años y se evitó la frialdad de la Plaza de los Sitios y el Paseo Independencia (del cual imagino habrá que irse olvidando). Y con el paso por la Plaza del Pilar desde mi posición pude ver a la Crucifixión, al Descendimiento, a la Piedad y a las Esclavas. Y luego, al cambiar la dirección, lo que los antiguos llamaban el cortejo del Entierro, con la Sábana, los hachones, el piquete del Ecce Homo, que por cierto no se tomó un respiro en toda la procesión, la Guardia Romana y el Paso de la Cama, acompañado de un grupo de tambores y cornetas de la Resurrección. Así, y la Corporación Municipal.
Llegada a San Cayetano, más pronto que otros años. Honores al Cristo que vamos a sepultar por los tambores de la Dolorosa, las matracas, las voces de mando de la Benemérita, el piquete de la Resurrección y punto y final con el Himno Nacional desde el órgano (esto sí que crea debate, sobre todo en cartas al Director y artículos pro laicos muy bien rebatidos el año anterior por Carlos Herrera).
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