Qué bonita, que redonda, qué puñeta...¡qué pequeña es la peseta! (Joaquín Carbonell, 1976)
Qué bonita, que redonda, qué puñeta...¡qué pequeña es la peseta! (Joaquín Carbonell, 1976)
A Florentino no le gusta el fútbol. Le aburre y por eso lo quiere cambiar. Hoy nos hemos metido una panzada de fútbol; de ese juego emocionante y universal, seis horas de televisión más los programas nocturnos de radio. 14 goles en dos partidos. Alternativas en el marcador. Dos prórrogas, una tanda de penaltys y eliminación de la campeona del mundo y máxima favorita para ganar la Eurocopa por un equipo como Suiza
A Florentino no le gusta el fútbol, y por eso lo quiere cambiar. A su "superliga" nunca hubiera invitado a Suiza. ¿Quien quiere ver a Suiza por la tele?, se preguntaría. Además se corre el riesgo de que eliminen a Francia y nos deje sin estrellas, sin sus actuales y futuras estrellas madridistas.
Lo mismo que España, ¡que es eso de que una selección sin madridistas elimine a Croacia donde juega Modric!. Bueno, esto mismo piensan gran parte del periodismo capitalino, que además no tienen a Luis Enrique entre sus santos de devoción.
Tras comer nos disponemos a ver el telediario, pero ya ha terminado. Cambiamos a ver que partido de la Eurocopa transmiten pero están en el descanso. Mientras los anuncios te venden televisiones que no caben en tu salón y préstamos hipotecarios para casas de ensueño en las que si que cabrían, te entra un sopor hasta que una cabezada mal dada te despierta. Los ojos se van a la tele, y aún tardas un rato en darte cuenta que estás viendo un partido en donde algo no encaja. O sigo soñando con teles que no caben en mi salón, o están echando el resumen de un partido antiguo. Pero no, el partido es en directo, porque Benzema juega con Francia, en Bucarest, y el estadio está abarrotado, hasta la bandera de hinchas, forofos, sin mascarillas, sin camisetas, cantando y abrazándose...
Casi da repelús ver la normalidad de siempre, pero que ganas de volverla a vivir como forofo. Esperemos que de estos barros no vengan después los lodos