martes, 5 de febrero de 2019

Filas de santos y el de San Pablo

Zaragoza es una ciudad muy santera. Como lo es este blog. Y desde San Antón a Santa Agueda es un no parar. Las filas se hacen presentes hoy en El Portillo o en San Cayetano, como lo fueron el día de San Valero en la Seo, o el de San Antón, y sobre todo el domingo por San Blas, en San Pablo. Los dulces, rosquillas y roscones se hacen presentes a las puertas de las iglesias y las pastelerías. En este blog siempre decimos eso de que una fiesta sin postre o dulce es menos fiesta. Y sin procesión aún menos. Estos santos, como la Candelaria el día 2 en Altabás, no son de procesión, pero si de presencia, filas y dulces. 

A San Blas, mártir del siglo IV, se le tiene mucha devoción en Zaragoza, de hecho la iglesia de San Pablo tiene su origen en una ermita dedicada al obispo médico, y la escultura que se venera, procedía del entonces altar mayor del siglo XIV. ¡Y que santo no tiene su devoción en el barrio de San Pablo!. Tiene merito, porque cuando paseas por las calles del Gancho, el barrio del alcalde que vive con vistas a la iglesia, cuesta identificar cual podría ser la "religión mayoritaria" o "religión minoritaria", términos muy al uso en ciertos círculos. 

Pero para santo, el padre Zendoya. Allí sigue, haciendo la guerra por su cuenta, a pesa de los achaques de la edad y entregando su vida por los últimos de los más necesitados. Apoyado en su muleta y en Manolo Martínez, aprendiz de cura, dio su misa por encima del bullicio de los que solo se acercaban a ver a San Blas, sin despistarse, y seguramente siendo capaz de congregar la atención de los que solo acudían de paso.

La vida me ha hecho coincidir con el y con su "corte de los milagros" en algunos momentos. Siempre recordaré el día que me llamó para comunicar que se había muerto al que el llamaba "el peluquero", que le iba a hacer un funeral por si nos queríamos pasar. Allí que fuimos un compañero, yo, un par (o sea, dos) de acolitos de "su corte de los milagros", y él con su muleta ejerciendo de cura, con toda la capilla de la Virgen de los Dolores para los cinco y un funeral como si hubiera estado el Pilar abarrotado. San Pablo tiene muchos santos y santas, pero uno todavía vive.


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