viernes, 14 de abril de 2017

CARTAS COFRADES 2017-XVI: Jueves Santo


Fueron noticia del telediario en días pasados las cotizaciones de los balcones sevillanos para contemplar las procesiones, incluso las estafas que se producían. En Zaragoza los balcones no son buen termómetro para dar cuenta de la salud de nuestras procesiones, lo que denotan es la poca población que habita las viviendas de las calles privilegiadas. El termometro lo ha dado la acera, las calles abarrotadas en un Jueves Santo excelente en temperatura, público siguiendo las procesiones y la participación de quince cofradías. Sin duda ha sido uno de los jueves de esos que relucen más que el sol.

Un buen balcón hubiera hecho falta para presenciar el nuevo paso de la Institución de la Sagrada Eucaristía con todos sus detalles en conjunto., aunque es a pie de calle donde le tomas el pulso al sentimiento que supone procesionarlo a costal. Una pena que semejante obra de arte y emoción no pueda enriquecer el Santo Entierro como lo hace inmerso en su procesión. O que no termine en el lugar que  merecen especialmente sus costaleros. Aunque muchas veces lo importante no es donde se llega sino como y con quien se llega.  Poco a poco están concluyendo la realización de un sueño, ennobleciendo un cortejo con el mimo puesto en cada gesto, en cada detalle. Y la ciudad lo supo apreciar abriéndole pasillo humano desde el Perpetuo Socorro hasta San Cayetano, con el lapsus de la plaza del Pilar que, como decíamos en anteriores cartas, a determinadas horas no es apta para todos los públicos.

Un buen balcón también ha quedado vacío a las puertas del Boterón. "Que tu eres la más bonita...." no se entonó y la Piedad se quedó sin su saeta más emotiva pues Pipo faltó a su cita de décadas. Hasta allí llegó la Piedad, camino del Sepulcro entre el gentío y la expectación que siempre levanta en la procesión de siempre, abriéndose camino entre el pasillo humano de tres y cuatro filas en algunos tramos.

Y es que hemos empezado por el final, pero la tónica de aceras abarrotadas ha sido general durante todo el día. Desde la salida de la Crucifixión o la Exaltación a las 11 de la mañana, hasta el cierre del viacrucis de la Piedad consumidas varias horas a la madrugada del Viernes Santo.

Incluso con momentos de bulla en la calle Alfonso, con dificultades para dar salida al gentío que había hecho pasillo al Descendimiento pasando de Manifestación a Espoz y Mina y que tenía que reubicarse ante la llegada del Silencio camino del Pilar.

La Exaltación ha encontrado su momento en la salida de la Real  Maestranza, por mucho que fuera criticado en su día por no hacerlo de una iglesia. Y este año han variado su itinerario dirigiéndose hacia el Pilar, bajo cuyas torres han pasado la Coronación, el Cristo Despojado, el Prendimiento, el Silencio, la Eucaristía y la Columna.

La Crucifixión, sencilla y franciscana como siempre, nos ofrece esos detalles que toda procesión precisa para llamar la atención, con esa sección montada o el sobresaliente acompañamiento  musical de la Dolorosa de Utebo, que mientras llegaban a San Cayetano, la Verónica nos ofrecía un momento mágico con una jota desde un balcón de Mendez Nuñez seguido de una petalada.

La Coronación ocupa gran parte del Jueves Santo, y su salida de la Seo por la tarde es la muestra del seguimiento que han tenido todas las procesiones a lo largo del día. Hasta por la avenida de Madrid dicen que había gente acompañando la procesión de la Llegada al Calvario en su discurrir desde el barrio Oliver. Y si hablamos de comienzos de procesión siempre tenemos la emoción que transmite el Silencio, y eso que este año han suavizado la rampa de acceso a la calle reduciendo la inclinación. Temíamos por el Silencio hace unos años; hoy  vuelve a mostrar un cortejo de empaque y donde la música ofrece un halo mágico a su alrededor (lo mismo acontece en el Cristo del Amor Fraterno de la Eucaristía). Otra rampa es la que salvan los Despojados para salir de San Juan de los Panetes, ofreciendo una hermosa perspectiva de toda la procesión.

No era tarde de para ir a buscar procesiones, era mejor esperarlas, coger un buen sitio y defenderlo. Querer desplazarte para encontrar momentos privilegiados te harían llegar a ellos y otear desde una tercera o cuarta fila. Por eso, tras elegir un comienzo de procesión , lo mejor era acercarse a Alfonso, y esperar. Esperar a la Resurreción y sus largos terceroles plisados. Esperar a la Oración en el Huerto, tan litúrgica como se nos muestra los Jueves Santo. Esperar al Prendimiento, que paso varias veces y al Descendimiento. Al Silencio y al Despojado, y de nuevo a la Coronación. Y mas tarde a la Columna, y también a la Eucaristía.

Descendimiento, Columna y Prendimiento llenan las calles de cofrades y pasos, de buenas secciones de tambores y de atributos. Hermosos los del Cristo de la Buena Muerte procesionados este año por primera vez, y emotivas sus respectivas despedidas, tanto en San Cayetano como en los Escolapios.

Enhorabuena a la Columna por el cincuentenario de sus tambores, santo, seña y corazón de la cofradía. Y gracias un año más por ese instante final. Antes habrá terminado la Llegada, cuando la Piedad desaloja la plaza camino del Boterón. Y después llegará la Eucaristía. Y habremos vuelto al principio de la carta.







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