lunes, 5 de marzo de 2012

CARTAS COFRADES 2012-VII: Hambre de tambor

Apenas llevo 5 sellos en la tarjeta de ensayos y ya he tenido que ir a comprar dos parches a BIU. No es que me guste gastar, pero me gusta entrar en BIU a comprar parches, o baquetas. Soy un clásico y esa tienda, aunque ha cambiado de ubicación, huele a historia del tambor en Zaragoza. Fue Mariano Biu, uno de los hermanos fundadores de las Siete Palabras el encargado de proveer a su cofradía de los primeros 12 tambores que desfilaron en nuestra Semana Santa en 1940. También eran de BIU los primeros 25 tambores y 4 timbales que comprara la Dolorosa en 1957. La tienda ya no es la del sabor añejo y olor a tarima de la calle Espoz y Mina, pero conserva el mismo estilo en su actual ubicación de la calle Mayor.

Coincidí con Dani Blesa en el ensayo del viernes cambiándonos los dos el parche. Los dos tenemos viejos tambores de Gascón cargados de muescas, marcas y achaques con más de 20 “semana santas” colgados de la bandolera; tambores a los que cuesta ponerles el parche, pero que cuando lo consigues suenan como pocos. Como solo suenan los tambores de Gascón cuando te salían buenos. Y cuando se saben tensar. Y cuando caen en buenas muñecas.

Me gusta hablar con Dani. Como me gusta hablar con Miguel Estrada. O con los Luesma, con Almau, con el Farias o con Acón. Cuando me cruzo con ellos hablamos de lo que nos une, de lo que nos ha unido. Nos gusta hablar de tambores, de baquetas, de parches, de marchas, de sonidos, de concursos, de formaciones, de si los timbales deberían ir delante o detrás, de procesiones…….Recuerdo que el año pasado le escribía una carta titulada Cultura de tambor. Y de esa cultura se impregna nuestras procesiones en los últimos 70 años. Sin embargo si tomas el pulso a las redes sociales uno podría llevarse la impresión de que en Zaragoza solo hay bandas de música, costaleros y fotógrafos (que hacen bien de hablando de lo suyo).

Me decía Dani, entre vuelta y vuelta de tuerca, que no entiende como hay gente que vive los ensayos como obligación. Que algunos no tienen hambre de tambor. Si esto es así, y se une a lo que le ponía en la anterior carta que decía Almuzara sobre el descenso de instrumentos en nuestra Semana Santa, tendremos que hacérnoslo mirar.

A lo mejor “los viejos del lugar” no facilitamos que haya hambre. Y ese hambre se puede provocar de muchas maneras. Muchas veces la solución no está en que la gente se sienta acogida (que si, que es fundamental), o que aquel que crea que puede hacerlo mejor lo haga (tener “padrinos” y ser un poco echado p’adelante una combinación ideal para conseguir hacerlo mejor o distinto que los que estaban antes que tú), o que las nuevas generaciones sientan que se cuenta con ellas y que se les va abriendo sitio. No. A veces la solución también está en no ponerlo demasiado fácil. Me explico.

Uno de los parches que me ha tocado comprar era para una de mis hijas. Lo fui a comprar yo y lo cambié yo. Padre protector. Así no aprenderá, no solo a cambiar el parche, sino a querer su tambor. Lo que le voy a contar ahora suena a historia del abuelo cebolleta, pero es que es muy distinto a lo vivido con el parche de mi hija.

Mi hermano Charli y yo entramos en la Sección en 1980 en contra de la opinión de mis padres. Llevábamos años intentándolo pero entonces a los pajes de la Virgen no nos dejaban tocar (y tampoco quedaba claro cuál era la edad del paje). Como no nos compraron tambor nos presentamos al primer ensayo y no había más que un caja para los dos. Un tambor del modelo Hispania, sin bordonera superior, con tres hilos en el inferior y al que le faltaban 4 ó 5 palomillas. Nos lo dio Morata y nos mandó con él a Guallart , de su parte, donde la cofradía tenía cuenta, para que le pusieran palomillas y lo acicalaran un poco. Guallart estaba en la calle Cereros, esquina con Conde de Aranda (hoy en día es una peluquería marroquí), en aquellos años era la casa proveedora de los tambores de la Dolorosa, de hecho ( no se que fue antes la gallina o el huevo) le había regalado a Eduardo Morata el primer tambor con una ancha bordonera superior y doble bordonera interior (un Ferrari en las mejores manos). Camino de Guallart mi hermano se queda con una de las tres palomillas en la mano y el tambor a piezas sobre el asfalto. Lo recogimos y lo entregamos en la tienda como si fuera un puzzle y con cara de vergüenza.

Vergüenza era lo que sentíamos en los ensayos, una vez con el instrumento acicalado, por como sonaba ese tambor. Pura lata para nosotros que ya distinguíamos lo que era el “sonido cristalino de la columna”. Lo alternábamos una marcha uno, otra el otro. Que gran escuela para nosotros. El hambre nos provocaba que cada vez que nos tocaba el turno, demostrar que lo hacíamos como el mejor, y que nos merecíamos un tambor. El tambor no llegó hasta el último ensayo, Viernes de Dolores (la misa se hacía por la mañana y por la tarde teníamos el último ensayo). Llegué a casa con el nº 23, como todavía pone en mi bandolera y con unas ganas locas de que llegara el Miércoles Santo. Luego lo pasé fatal en la procesión, el tambor sonaba de pena y yo ya tenía esa consciencia de que todo debía salir perfecto. Mi padre me dijo que si para eso había ido tanto a ensayar, que no se me oía nada, y es que yo prefería eso, que no se me oyera nada. También lo pasé fatal al año siguiente. Tuve que cambiar el parche y me pusieron uno azul transparente.

Aquellos fueron años de mucha escuela cofrade en general y del tambor en particular. En la Dolorosa había mucho hambre. Morata se jubilaba ese año y eran muchos los candidatos a sucederle (Abadía, Bailo, Saldaña, Julio Lázaro) y a redoblar (Abadía y Jorge Navarro. Sin rebajar el nivel). Y luego estábamos los que queríamos ser como ellos (nosotros, Joaquín Alonso, Kiko Morata…….. y a los cuales Ricardo Navarro, también con maestría, sabía llevarnos de las riendas). Además, había que tener mucho hambre para recorrer en aquellos años, a las tantas de la noche, San Juan de la Peña y las calles del Picarral para llegar a CAYTASA a ensayar, aguantar las broncas de los mayores (luego te das cuenta de que no lo eran tanto) y las tocaduras de pelotas del Armando (el Chichi) Ortíz. Pero todo eso te gustaba porque te hacían sentir que contaban contigo. Y que mejor recompensa luego, al final del ensayo, si te acercaban a casa en el Land Rover de Julito o en el Ford Fiesta amarillo de Jorge Navarro.
La próxima vez que mis hijas necesiten algo del tambor lo harán ellas. De todas formas, tampoco seamos injustos. La cuadrilla de concurso ha hecho doble jornada de ensayos a lo largo del fin de semana (tienen hambre. A un par de ellos creo que yo les provoque demasiada hambre hace 20 años haciéndoles hacer de palmeros durante tres concursos, ganadores eso si). Hay cuadrilla juvenil también con gente que también toca con los mayores. Y que decir de la cuadrilla infantil donde Marta, Pablo, Paula, Bea, Leyre, Laura, Lucía, María…… en edad ya adolescente son conscientes y responsables y, en actitud de servicio a la cofradía y a los más pequeños (más pequeños imposible) se mantienen un año más para salir en la exaltación del día 25.

Dani… que si…. que aún hay hambre.

Pdta.: Me gusta este artículo, porque si hubiera que poner palabras clave, como en un artículo científico, estas serían tambor, parche, baquetas, bandoleras. Pero también Morata, Bailo, Saldaña, Abadía, Chichi, Jorge Navarro, Ricardo Navarro….. y a estos les debo lo que soy como cofrade.

4 comentarios:

Lucas B. Morata dijo...

Magnífica. Sencillamente magnífica. Un desglose completísimo de cómo explicar a la gente aquello de: «sí, tocamos el tambor, lo disfrutamos y no somos "bichos raros"» (sobre todos para gente de edad adolescente o «jóvenes adultos» como yo).

Desde mi perspectiva personal, ha sido como verse reflejado en un espejo, línea por línea; párrafo por párrafo; y no se debe olvidar que si muchos de nosotros, jóvenes y «chiquillos» tenemos hambre de tambor es gracias a todos aquellos que lo habéis hecho posible desde hace tantos años.

Orgulloso de tener hambre de tambor.

indubioproG dijo...

Buenos días Jorge

Maravillosa entrada, de prosa exquisita. Sabiendo contar lo que se quiere contar, sin ambages, midiendo los tiempos, haciéndonos sentir presentes en cada uno de los a los que asististe, como si yo hubiese estado allí.

En cuando a lo tratado… pues más de lo mismo, más propuestas, más ideas. Todas bien intencionadas, todas bien presentadas en tertulias, blogs y congreso… pero, ¿cuántas llegaran a formar parte del paisaje urbano de Zaragoza en Semana de Pasión?

Yo no creo que este sea un año de transición pues, como dices tú. Me preocupa más lo que devendrá cuando el tranvía esté “permanente”, cuando no se corten las líneas salvo momentos procesionales puntuales, pues no espero que otra cosa suceda. Para mi algo transitorio es algo que está y desaparecerá (las obras), pero lo importante es adaptarse a la nueva situación que permanecerá por muchos años, nos guste más o menso (el tranvía en si mismo)

Y quien dice tranvía dice otras muchas cosas…

Un saludo y, por favor, sigue escribiendo

indubioproG

PD: me gustaría que incluyeses en tu blog la posibilidad de seguirte, como sucede con otros blogs, el mío incluido, que hace que tus “seguidores” estemos actualizados cada vez que incluyes una nueva entrada. Gracias

Anónimo dijo...

Jorge:

Impresionante tu cronica de aquellos años, ahora bien se te ha olvidado contar la anecdota de la rotura de cristales de CAITASA, aquellos pocos que todavia estaban enteros, y en ellos hacia tido al blanco y a limpia pedrada.

¡Que nostalgia de aquellos tiempos!

Esperanza

Rafa Fernández Abós dijo...

Jorge: tu artículo nos empapapa a todos los que llevamos el tambor en la sangre. Me vienen recuerdos de mi niñez y mi familia, yo empecé a tocar en el 78 con mi hermano Antonio, y desde entonces no nos hemos descolgado el tambor.... y por supuesto hemos comprado muchos parches y muchas baquetas, cientos con total seguridad. Mi familia se fue incorporando poco a poco hasta tocar los 5 hermanos, por supuesto al primncipio con tambores prestados, luego comprados de 2ª mano, hasta que llegó mi primera comunión y en aquel año tuve mi primer tambor en propiedad (qué comparación con los tiempos actuales en los que el regalo estrella es la PSVITA.... o como se escriba....), por supuesto comprado en Mariano Biu. Ese es por desgracia el único que me falta, porque para comprar el siguiente tuve que vender el anterior..... Los que he adquirido posteriormente los guardo todos y mi deseo es que mi hijo llegue a tocar alguno de ellos cuando su tamaño le quede bien, todavía es pequeño para ello, pero todo llegará, estoy seguro. Cuántas horas cambiando parches, aprendiendo a tensar y luego intentando enseñar a los demás a hacerlo. Tengo hambre de tambor, no como el primer día pero es que tengo 35 años más que cuándo empecé y no puede ser igual. He vivido muy intensamente el tambor durante toda mi vida y lo sigo haciendo, ahora a través de la gente a la que he enseñado a tocar y que veo participar en los concursos como yo lo hice durante muchos años. Rivalidad, compromiso, amistad, compañerismo, esfuerzo,... todo concentrado en una caja con unas baquetas y una correa. La vida sigue pero la caja no cambia y los que la tocan creo que tampoco. Un fuerte abrazo y gracias por tu artículo.
Rafa Fernández Abós